Seguro que os ha pasado un montón de
veces. Al lado de donde vives, del trabajo o de casa de los suegros
siempre hay algún negocio que conoces de vista, pero al que, por una
razón u otra nunca te has decidido a entrar. Eso si os habéis
fijado, claro, porque os puede pasar como a mí, que soy capaz de
pasar tres mil quinientas treinta y tres veces por delante de una
calle cualquiera y darme cuenta una tarde de que allí hay un local
donde arreglan zapatos o una tienda donde venden placas base de
ordenadores. Ca la Jadi, el restaurante que nos ocupa hoy,
estaría en el segundo grupo, el de los locales digamos fantasmas.
¿Siempre ha estado ahí? ¿No es nuevo? A ver, tengo que reconocer
que la calle donde se ubica, la del Marqués de Campo Sagrado, no es
precisamente el Paseo de Gràcia. Pese a ser una calle bastante
ancha, no anda muy sobrada de atractivos. O mejor dicho, para que no
se me enfaden sus vecinos, no tiene nada que no tenga otras
trescientas calles de Barcelona. Es una calle normal. Así, a bote
pronto, recuerdo que hay un Caprabo, una tienda de instrumentos, dos
o tres bares, un mecánico, un par de badulakes y… poco más.
Precisamente por eso, y a pesar de que es la calle que hay justo
detrás de la mía, no la he transitado demasiado en los últimos
nueve años, que son los que hace que vivo en el barrio. Estas cosas
pasan, qué queréis que os diga. Pero el destino quiso que una tarde
nuestra amiguísima Ka se empeñara en tomar un café con mi
señora en la terraza de un bar que hay en dicha calle, entre las de
Comte Borrell y la ronda de Sant Pau. Mi señora, pese a no haber
probado bocado, volvió de allí encantadísima, tanto que una vez se
despidió de Ka, vino a casa a buscarme y me dijo: abuelo
(sí, me llama así), vístete que te voy a invitar a cenar.
Es un sitio que hay aquí detrás y te va a encantar.
¿Está en esta calle?
Cuando me dijo aquí detrás
pensaba que se refería al Paralelo o a otro sitio cercano, no a la
calle de detrás de casa. Me comentó que había estado tomando un
café con Ka en un bar al que nunca habían ido y que les
había encantado el trato que les dispensó su dueña, una señora
marroquí llamada Khadija (para vuestra información, la Kh en árabe se pronuncia como la J española, de ahí que el nombre de su establecimiento, para ponérnoslo fácil, ya esté adaptado a nuestra pronunciación). Esta, a su vez, les preguntó si querían
cenar pues, de ser así, podía ofrecerles un buen número de
especialidades árabes. A mi señora eso le dio buenas vibraciones,
por lo que no lo dudó ni un instante y se fue a por el Pijo Mayor.
Cuando llegué allí recuerdo que le pregunté a mi señora en voz
alta ¿aquí hay un bar marroquí? Tal como ya os comenté en
la entrada del Rincón Persa estamos acostumbrados a
que los restaurantes exóticos (árabes, asiáticos,
sudamericanos…) tengan una estética muy definida, mayormente
kistch. Pues con Ca la Jadi no pasa eso, pues es un bar
normal y corriente que no llama la atención por nada en particular.
Nos sentamos en su terraza y pensé: la de veces que habré pasado
por aquí y ahora me entero de que aquí hay un bar marroquí. Pues
lleva ahí… ¡desde 1993!
Las apariencias engañan
A Ca la Jadi habremos ido unas
siete u ocho veces y nunca hemos comido o cenado dentro. De hecho,
solo hemos entrado para pagar o para ir al lavabo, porque su terraza
está abierta todo el año y, la verdad, se está muy a gusto en
ella. El interior es un espacio bastante pequeño con un par o tres
de mesas sencillas a cada lado de la pared, con la barra y la cocina
al fondo a mano derecha. Paredes pintadas en un tono claro con un par
de cuadros colgados en cada una. Y nada más. Y es que no lo
necesita. Cuando se come bien nunca se necesita.
La terraza, por su parte, está
cubierta por una carpa blanca y dispone de cuatro mesas, dos de ellas
dobles, todas con mantelitos de color fucsia. Teniendo en cuenta el
espacio del que dispone quizás habría cabido alguna mesa más, pero
así está bien, pues la sensación de amplitud, ergo de comodidad,
es absoluta. Y se agradece, sobre todo si, como a nosotros, los
Pijos, no os agradan demasiado las conversaciones ajenas a todo
volumen así como las mesas con fumadores empedernidos.
Aquí come todo el mundo
Mi padre es de la vieja guardia. Es
complicado llevarle a comer fuera porque sus gustos culinarios son un
poco, digamos, monolíticos. O no, ahora que lo pienso: como tanto él
como yo tenemos muy claro lo que nos gusta comer y lo que no, me
limito a llevarle a los sitios donde sé que le van a servir platos
de su agrado. A mi padre le sacas de los macarrones con tomate, el
codillo con patatas y la paella de los domingos… y tienes un
problema. Pues bien, ese problema no lo tendría si lo llevara a Ca
la Jadi, porque pese a ser un establecimiento especializado en
cocina árabe, su carta tiene un buen número de platos autóctonos.
Y me parece una buena idea, qué queréis que os diga. Si te apetece
comer árabe y tu acompañante es como mi padre, lo llevas a Ca la
Jadi ¡y todos contentos!
Dicho esto, no os puedo contar
demasiado sobre los platos españoles –o mediterráneos, como
consta en su carta-, más que nada porque en nuestras visitas siempre
hemos tirado de especialidades árabes. Tienen bocatas fríos y
calientes (los típicos), tapas (las típicas) y su menú diario (a
9,50 euros, si no recuerdo mal) siempre incluye, al menos, un primero
y un segundo a base de pasta, carne o pescado.
A taula complerta
En homenaje a la descubridora de
nuestro protagonista de hoy, decidimos visitar Ca la Jadi
acompañados de Ka y, por unanimidad, decidimos pedir un
poco de todo, como si de un menú-degustación se tratara.
Aconsejados por la propia Khadija, nos decantamos por tres entrantes
para compartir, un primer plato exclusivo para mí (no olvidéis que
soy un pijo) y, para acabar, un plato principal para cada uno. Antes
de comenzar, nos trajeron un platito de olivas aliñadas marroquíes,
un poco picantes. A mí me encantan. Los entrantes fueron un plato de
hummus (excelente, con su pan de pita correspondiente), unas
samosas de verduras (empanadillas fritas, buenísimas, con una
fritura perfecta y con una salsita picante servida a parte) y un
plato de berenjenas al vapor con especias (acompañadas con unas
rebanadas de pa amb tomàquet. A mi señora le chiflan. Y a
mí, también). Mientras mis acompañantes departían sobre la vida y
sus cosas, yo me trinqué uno de mis platos favoritos de Ca la
Jadi, la sopa harira, un caldo típico marroquí hecho a
base de pollo, legumbres, verduras y especias. Al igual que el
consomé de verduras del Celler de can Roca, podría comerla a
diario los próximos veintitrés años. Y pasando al plato principal,
los tres nos pedimos un cuscús (de pollo para mi señora, de ternera
para Ka y de verduras para un servidor), todos servidos en su
recipiente típico, ese que parece la sordina de una trompeta. ¿Y
cómo están los cuscús? Pues pa’ chillarles, claro. Muuuuy
buenos, de verdad. Y es que estamos hablando de cocina casera, una
cocina casera hecha con mucho amor. Y se nota. Khadija siempre
–repito, siempre- se acerca por nuestra mesa para preguntarnos si
todo está siendo de nuestro agrado. Y es imposible que no sea así.
Y en la próxima visita…
Mientras degustamos su riquísimo té
con menta (Khadija nos dijo que las propias hojas de menta se las
habían traído de Marruecos), comentamos que en futuras visitas a Ca
la Jadi (que las habrá, por supuesto) seguiremos explorando
otros platos que todavía no hemos catado, como los tajines
(estofados de carne y/o verdura), la bastela (una pasta de
hojaldre con pollo) o la baisara (una crema de guisantes y
habas). Ah, y sus postres, esas cosas que los Pijos nunca llegan a
probar porque llegan extenuados al final de sus ágapes.
La minuta ascendió a 53,05 euros, es
decir, a poco más de 17 euros por persona. Como veis, está muy bien
de precio. Y si vienes al mediodía y te decantas por el menú,
todavía más, puesto que por menos de diez euros comes como un señor
a base de platos árabes caseros. Y si a todo esto le sumas el trato
prácticamente familiar tanto por parte de Khadija como de su hijo,
que la ayuda en la cocina y sirve las mesas, la cosa está clara,
¿no? La calle del Marqués de Campo Sagrado ya no es ese par de
manzanas que cruzo para llevar las pilas al Punt Verd. Ni es
donde está el Caprabo. Es, sencillamente, la calle donde está Ca
la Jadi.
Ca la Jadi
c/ Marqués de Campo Sagrado 25
Barcelona
Tel. 935.287.705
www.calajadi.com
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